He escuchado decenas de situaciones como esta:
«Maria llegó del colegio y se fue directo al cuarto, parece que está llorando, te dice que tiene mucho que estudiar y está cansada.»
«Tomas vuelve con un ojo morado. me dieron un pelotazo, comenta al pasar.»
«Evangelina no quiere ir al colegio, todas las mañanas llora y protesta.»
«Bautista no quiere ir a los cumpleaños, dice que no se divierte.»
Podría escribir miles de anécdotas similares que casi siempre escucho en el consultorio y a los padres, no les (nos) resuena, se nos pasan por alto. El 20% de los niños y adolescentes en nuestro país sufren bullying y/o cyberacoso. Cientos de niñas y adolescentes son víctimas de grooming y nosotros, los padres, ni nos enteramos.
Quien es maltratado, sufre. Ese sufrimiento tienen consecuencias impredecibles desde lo físico y desde lo emocional.
Quien maltrata, también sufre, algo lo lleva a actuar así, ese sufrimiento también amerita ser tenido en cuenta.
El que mira sin hacer nada, también sufre, o tiene miedo de que le pase lo mismo o se tortura por permitir la injusticia.
Crecer en este mundo de exigencias y mandatos tan fuertes compartido por las redes, no es fácil. Y para eso estamos los padres, para hacerles la vida un poco menos compleja. Si hay algo que le molesta a tu hijo, escuchalo. A veces lo percibís (en general las madres son quienes primero lo presienten) pero por negación o miedo, lo bloqueamos. Tomate tiempo para oírlo, para abrazarlo, para sentir lo que le pasa, Si tu hijo es acosado, no es sus culpa, deciselo. Ayudalo a superar sus miedos y a fortalecer su autoestima. Si tu hijo es un acosador, ayudalo a superar también sus miedos y que pueda sacar de adentro lo que lo lleva a actuar así. Ser temido u odiado, no está bueno. Si tu hijo es de los que no se meten, también ayudalo a superar sus miedos. El mundo está como está no por los buenos ni por los malos, sino por los que viendo la injusticia, no hacemos nada.
Educar hijos es un desafío que nos interpela a ver como somos nosotros como personas. Animarse a romper con nuestros propios miedos, con nuestros paradigmas y formas de pensar nos va a permitir sacar nuestro mejor yo y darle a nuestros hijos más chances de ser felices. Al final, de eso (o algo parecido) se trata la vida.