”Me cobraste mal” dijo mirando sin enojo a la cajera y presté atención.
Yo estaba parado en la fila del pequeño supermercado cerca de Pilar y vi como el hombre delante mío, escuchaba sonriendo como la cajera respondía nerviosa: “no señor, como le voy a cobrar de más”.⠀
Él la miró y señalando la cuenta, agregó: “me estás cobrando mil pesos menos, hay algo que no sumaste” ⠀
La joven mutó de color al darse cuenta de su error y comenzó a deshacerse en agradecimientos y explicaciones.⠀
El buen hombre la miró a los ojos, sin dejar de sonreír y haciendo un movimiento de hombros respondió algo así como “nada que agradecer, corresponde que pagué lo que compré” y sin más, se movió a un costado para guardar las cosas en su bolsa. ⠀
Mientras descargaba el carro con mis compras, escuché que su hija, de unos 11-12 años le preguntaba: “papá, era un montón de plata y no se había dado cuenta, por qué le dijiste?” El padre solo le respondió “ella no se había dado cuenta, pero yo si”⠀
El cuento es verídico, tal vez solo con alguna variación en las palabras. Salí del super y me quedé pensando: Como padres podemos gritar que hay que ser o hacer tales o cuales cosas, pero al final, esas son palabras que se lleva el viento…⠀
Una vez escuché a un filósofo decir que educamos lo que somos, luego lo que hacemos, luego lo que no hacemos y finalmente lo que decimos. Este hombre no necesito grandes discursos, hizo lo correcto, y sin duda, sembró una semilla de integridad en la mente y el corazón de su pequeña hija y tal vez de la cajera y tal vez en todos los que fuimos testigos.
Nuestros hijos nos miran, nos copian, somos su ejemplo. Nos preocupa como duerme, como se alimenta, cuantas horas está enchufado a las pantallas, como nos responde? Genial, seamos un espejo donde nuestros hijos puedan mirarse. Uno que refleje nuestra mejor versión.❤⠀