Tener hijos es un gran desafío. Nos educaron para un mundo que ya es distinto y para el que tal vez, no estamos del todo preparados.
La hiperconectividad, las redes sociales, los nuevos paradigmas hicieron del presente de nuestros hijos algo dinámico y cambiante.
Nuestra infancia/adolescencia se regía con reglas diferentes. Hoy nuestros hijos son más ecológicos, más inclusivos, más tolerantes, pero también menos capaces de aceptar la frustración. Viven en un mundo más hedonista donde es más fácil tener todo y todo ya. Entrás al cuarto de cualquier niño y vas a ver decenas de cosas, algunas, sin uso. Todos los adolescentes tienen sus teléfonos, al que viven pegados mostrando sus vidas en vivo y en directo.
Y nosotros, los adultos, qué estamos haciendo? Acompañamos o guiamos? Aceptamos nuestro rol de educadores o tranzamos con cierta culpa para evitar “males mayores”. Y en este contexto, cuantas horas de formación le dedicamos a la paternidad/maternidad? Hay tutoriales y cursos para aprender de todo pero cuantos hay para educar hijos felices?
Mi mejor posgrado como pediatra lo hice en mi casa, viendo crecer a mis hijos. Recalculando todo el tiempo cuales eran las mejores estrategias de educación. Equivocándome, acertando, corrigiendo o persistiendo, pidiendo perdón y ajustando clavijas.
Después de algunas décadas me di cuenta que no hay formulas mágicas ni únicas. Pero si puedo decir con seguridad que cada uno de nosotros es el mejor progenitor que le tocó a nuestro hijo. Que todo lo que somos, hacemos, no hacemos y decimos, desde el útero materno, va a ser clave en esa vida nueva.
Mientras meditaba como iniciar esta serie de intercambios recordé un consejo que me marcó para siempre. “como mires a tu hijo, así va a ser. Si lo miras con frustración, va a fracasar, si lo miras con admiración, va a brillar. Escuchalo con todo el cuerpo, no con los oídos, si lo entendés de manera empática, vas a mirarlo como realmente es, porque tu mirada, va a marcarlo siempre”
Marcel Proust dijo hace casi un siglo: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”. A mi me resultó, cambié mi forma de mirar y cambió todo. Te invito a que lo pienses.